Estimado viajero que llegas a este sitio. Encontrás aqui la totalidad de los mensajes que el Papa Juan Pablo II nos regalo en sus visitas a la Argentina. Además de sus audios (casi todos completos), fotos y material periodístico de aquellos años que registraron sus visitas. Aún no hemos terminado de transcribir todas las notas periodisticas que poseemos, por eso le recomendamos regresar en unos días para ver las novedades. Alentamos también a quienes tengan material de las visitas del Papa a que hagan lo mismo confeccionando sitios en que se recuerden permenentemente sus palabras.

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Los argentinos y el Papa: contacto de fe y cariño

Pasos, voces y gestos del Peregrino en la Argentina

Miles de kilómetros recorridos; nueve provincias y la Capital Federal; hombres y mujeres de diversa extracción social, religiosa y política, que sumaron 4.000.000 de personas en todos los actos, fueron testigos de los 26 mensajes pastorales de Juan Pablo II. Así sintetizamos su histórico recorrido.

¡Bien venido. Bien venido Mensajero de la paz!”. Un canto, una sola voz, un clamor pleno de esperanza coreó al unísono esa frase, a través de toda la Argentina. Fue el testimonio de un pueblo alrededor de su pastor. El Vicario de Cristo. El sucesor de Pedro. El cálido y paternal polaco, hijo de una tierra sometida e irredenta, que volvió a nuestra patria “como humilde servidor y maestro de la fe”, tal sus palabras.

Su Santidad Juan Pablo II realizó así uno de sus más extensos periplos pastorales, desde su asunción al pontificado. Después de su presencia en Uruguay y Chile, visitó en nuestro país 9 provincias y la Capital Federal. Sumó 26 piezas oratorias, entre discursos, homilías, alocuciones, mensajes y consagraciones. Si contabilizáramos la concurrencia a los diversos actos obtendríamos como resultado la asistencia de casi 4.000.000 de personas.

Todos los temas, aún los mas conflictivos, fueron tratados en sus alocuciones. Siempre en una línea pastoral, teológica y evangélica y desestimando la opinión de grupos minúsculos que pretenden ver fantasmas donde no los hay.

Se encontró con los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos consagrados y agentes de pastoral, diplomáticos, trabajadores y sindicalistas, ruralistas e inmigrantes carenciados, enfermos, aborígenes, empresarios y representantes del mundo de la cultura.

Su gran espíritu ecuménico lo llevó a recibir a los representantes de las comunidades judía e islámica. Así como de las iglesias cristianas no católicas. Tampoco olvidó a los recluidos en las cárceles, ni omitió una referencia al pasado difícil y doloroso que tuvo la Nación.

Se alegró con los ucranios en su sede religiosa y exaltó su amor y comunión con la tierra madre, junto a sus compatriotas en la inolvidable noche del Luna Park.

Hizo propia la lengua aborigen para unirse a mapuches, guaraníes, tobas y otras razas representadas y decirles cuan cerca están de su corazón.

Repasando sus mensajes podrían extractarse varios lugares comunes de virtuoso contenido: El amor la reconciliación, la paz; la dignidad del hombre, la justicia, la evangelización, la fe, la esperanza, la unidad familiar la vida.

Todo en nombre de Dios, de su Hijo, del Espíritu de Dios. Siempre en nombre de María. La que lleva en su corazón bajo la advocación de Nuestra Señora de Czestochowa. La misma a la que consagró a todos los argentinos bajo la advocación de nuestra Santa Patrona de Luján.
Esta es una apretada síntesis de los que el pueblo argentino recibió en un fatigoso recorrido de miles de kilómetros, del Papa peregrino. Una catequesis magistral, profunda e inolvidable.

Buenos Aires: la fe, el trabajo, la empresa

La Capital Federal, dada su característica y densidad poblacional, fue testigo de los encuentros más diversos del Santo Padre. Entre ellos debe destacarse el acto en Vélez Sarfield con los consagrados y agentes de pastoral. Alrededor de 38.000 personas, entre sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, en un marco donde se entremezclaban la piedad y la euforia, escucharon con unción la homilía de Juan Pablo II. Allí se recordó que. “Todos somos de Cristo. Somos totalmente suyos por el bautismo, por la misión, por la ordenación sacerdotal, por la consagración religiosa (…) con la alegría de prolongar, cada uno según su propia vocación, la presencia, la palabra, el sacrificio y la acción salvífica de Cristo, vencedor del pecado y de la muerte”.

En lúcida exhortación el Papa exclamó: "¡Iglesia en Argentina! Levántate y resplandece, porque ha llegado tu luz y la gloria del Señor alborea sobre ti”.

No menos significativo fue el acto en el Mercado Central con el “Mundo del Trabajo”, Trabajadores y sindicalistas lo escucharon volver a precisar el mensaje de su encíclica “Laborem exercens”. Les recordó que el trabajo es una vocación que eleva al hombre a ser partícipe de la acción creadora de Dios. El medio que Dios le ofrece para someter la tierra. Los alentó para que superen el desánimo, la tristeza y la desesperanza ante los problemas acuciantes que enfrentan. Pidió por un esquema de producción al servicio de los valores personales y no al servicio de la simple especulación o la ganancia. Hizo mención a favor de un sindicalismo constructivo para la comunidad toda, evitando que sirva solo a los intereses políticos.

Allí enfatizó: “¿Cómo se puede quedar cruzado de brazos ante las injusticias, si la justicia es el presupuesto básico y primer fruto de la caridad? (…) se requiere de cada uno de vosotros un compromiso exigente que os lleve a decir ¡basta! A todo lo que sea una clara violación de la dignidad del trabajador.”

Por otra parte en su reunión con los empresarios les recodó el rico contenido de la Doctrina Social de la Iglesia. Elogió lo importante de esa tarea y los instó a ser magnánimos en la distribución de los beneficios. Les recordó que la Iglesia se opone a cualquier degradación de la persona y que el hombre no puede ser considerado un simple instrumento de producción.

Pidiendo por un empresariado profundamente humano, Juan Pablo II condeno: “la insaciable ser de lucro; la ganancia fácil e inmoral; la tentación del poder; las ambiciones desmedidas; el egoísmo desenfrenado; la falta de honestidad en los negocios y las injusticias hacia vuestros obreros”. Expresión que motivo prolongados aplausos del auditorio y mereció una original salida del Papa: “Muchas gracias por este aplauso. Porque no es fácil aplaudir esta clase de afirmaciones”, expreso con agudeza.

En el Teatro Colón, junto con los representantes del quehacer cultural, puntualizó el interés de la Iglesia por la cultura y la necesidad de fomentar la colaboración entre fe y ciencia, así como la necesidad de superar el vacio actual de la cultura tecnológica. De llevar al hombre hacia una excelencia verdaderamente digna de su identidad, de su ser imagen de Dios.

Elocuente testimonio juvenil

El sábado 11, por la noche (Encuentro con los jóvenes) y el Domingo de Ramos (II Jornada Mundial de la Juventud) por la mañana, difícilmente podrán borrarse de los ojos de Juan Pablo II. La avenida 9 de Julio, desde Santa Fe hasta más allá del Obelisco, albergó alrededor de un millón de jóvenes en cada jornada. Allí el único compromiso era la fe en Dios y el amor al Santo Padre. En este marco de la juventud solidaria, plena de ideales y portadora de la esperanza, el pontífice oró con ellos. Con los argentinos y con los que provenían de los cinco continentes. Escuchó con paternal cariño su clamor por un mundo más justo y menos alejado de Dios. Se alegró con sus alegrías y se turbó con sus luchas y tristezas. Les habló de América, el continente de la Esperanza y de su preocupación por los que aún no conocen a Dios. Los animó con un “¡Espero mucho de vosotros!” y les aseguró, con una expresión de total predilección que “Quiero repetiros, una vez más –como os dije desde el primer día de mi pontificado- que sois la esperanza del Papa”.

El Domingo de Ramos les expreso que los jóvenes siempre estuvieron junto a Jesús. Desde aquella entrada triunfal en Jerusalén, cuando los “pueri Hebreor um” (jóvenes hebreos) salieron a recibir con ramos de olivo. “Como si quisieran acompañarlo para siempre de manera especial, cada vez que la Iglesia celebra esta fiesta singularmente nuestra”, enfatizó. Finalizando con un “¡venid jóvenes! ¡Acercaos a Cristo, Redentor del hombre! (…) ¡Dejaos abrazar por el misterio pascual!”.


El amor conyugal, la Patria y el Evangelio.

Córdoba vivió la mayor de sus jornadas. Como si la ciudad, sus zonas de influencia, sus sierras y sus ríos se hubieran dado cita en esas 700.000 personas que albergó en Área Material Córdoba para recibirlo. Muy temprano el Santo Padre había llevado su palabra de confortación para los enfermos que lo esperaron, junto a trabajadores de la salud, en la Iglesia catedral. Eran las criaturas más queridas. Las que sufren como sufrió Cristo el dolor de la Cruz. Y para todos tuvo una palabra, un gesto, una caricia. Como reivindicando el valor del testimonio del dolor. Luego, en la Santa Misa, tuvo las expresiones más decididas a favor del amor conyugal, la defensa de la familia y la indisolubilidad matrimonial. “No la olvidéis nunca –expreso- el futuro de la humanidad se fragua en la familia”.

Luego de mencionar que no faltan signos de preocupante degradación respecto de algunos valores fundamentales del matrimonio y de la familia y de criticar a quienes se atreven a ridiculizar la idea de un compromiso fiel para toda la vida, puntualizó que “podéis estar seguros de que desgraciadamente esas personas no saben lo que es amar”. Finalizando con un “Oponeos, pues, resueltamente, con vuestra palabra y con vuestro ejemplo, a cualquier intento de menoscabar el genuino amor matrimonial y familiar”.

En el aeropuerto de Tucumán, con un calor abrazador (34 grados) y ante 100.000 personas que requerían la salvífica lluvia de camiones hidrantes para combatir los riesgos de la deshidratación, Juan Pablo II habló en Tucumán y a la Nación toda sobre el amor a la patria. Destacó el patriotismo, la libertad, la herencia cultural e histórica y la dignidad. Haciendo referencia a la nueva etapa democrática enfatizó que: “Percibía la necesidad de lograr una auténtica reconciliación entre todos los argentinos. Una mayor solidaridad; una decidida participación de todos en los proyectos comunes. ¡Es verdaderamente una tarea grande y noble la que tenéis ante vosotros!”

En Salta, el Club Hípico de Limache resultó insuficiente para albergar a las 100.000 personas que fueron a recibirlo. Entre la muchedumbre había 2.400 aborígenes llegados de diversos puntos de Salta y Formosa para expresarle su adhesión y sus preocupaciones. Allí el tema fue “V Centenario de la Evangelización”, a tan solo un lustro de los Quinientos años del descubrimiento de América.

Aquí retomó la idea del continente de la esperanza. El que más expresiones de vocación y fidelidad ha dado a la Iglesia. Recordó el mandato de evangelizar a todos los pueblos hasta el fin del mundo. Agradeció también al Pueblo de Dios en Jujuy, Orán, Cafayate y Humahuaca y a los pueblos quechua, guaraní, mapuche y tantos otros herederos de tradiciones y culturas. “Amad los valores de vuestros pueblos y hacedlos fructíferos. Amén, sobre todo, la gran riqueza que por querer divino habéis recibido: vuestra fe cristiana”, destacó. “Por eso –agregó- gracias por los cinco siglos de evangelización en América”.

El mundo rural, los pobres y la paz

En Bahía Blanca 130.000 fieles compartieron la misa en el Cristo del Camino. En la Recepción Monseñor Jorge Mayer pidió que Ceferino Namuncurá y Laura Vicuña “alcancen pronto el honor de los altares” A su vez, el Papa en su homilía se refirió a “La evangelización del mundo rural”. “A vosotros -les dijo- que unís vuestra vocación cristiana con cultivo de la tierra (…) bendigamos a Dios Creador quien, desde el principio, ha dotado a la tierra de tan variadas e incalculables riquezas”.

El Papa condenó la avaricia y el consumismo “lo cual os llevaría a perder vuestras sanas costumbres humanas y familiares, y esa hermosa virtud de los hombres de campo que es la solidaridad”.

En Viedma, ante 25.000 personas, Monseñor Miguel Hesayne le dio la bienvenida, recordando el esfuerzo de las diversas comunidades religiosas, en particular la salesiana, por evangelizar la Patagonia y el duro esfuerzo por llevar el testimonio de la Cruz. A su vez, pidió perdón porque “como Iglesia no siempre nos identificamos con el pobre, el necesitado, el perseguido”.

El Papa se refirió allí a “La nueva evangelización”. Explicitó que la Iglesia participa del amor preferencial de Cristo por los pobres, a pesar de las debilidades y de los errores en que hayan podido incurrir algunos de sus hijos. Resaltó el valor “de la dignidad humana en el actuar; aún más insidiosa que la pobreza material o las opresiones. Dignidad significa magnanimidad, apertura de corazón, querer a todos sin discriminación y perdonar a quienes os hayan ofendido (…) os pido una profunda reconciliación fraterna”. Finalmente en lengua mapuche, saludo a esa comunidad, recordando la amada memoria de Ceferino Namuncurá.

En otra etapa de su “maratón evangélica” Juan Pablo II recibió el afecto de 350.000 mendocinos y cuyanos en memorable jornada y sobresaliente recepción. En el Cruce del Cóndor; el Santo Padre se refirió a “La paz, don de Dios que se conquista cada día”. Era la penúltima etapa de un día en que había recorrido 2.289 kilómetros. En su alocución –entre la multitud había muchos chilenos- el Papa resaltó el valor de dos pueblos católicos que no titubearon en buscar su mediación, para lograr el sagrado don de la paz. Recordó a Monseñor Antonio Samoré y recordó, con san Agustín que “la paz es la tranquilidad en el orden”. Reafirmó el valor de la paz asentada en la justicia el amor a la libertad, la fortaleza y la caridad.

Los laicos, María y los inmigrantes

En Rosario, el Monumento Nacional a la Bandera fue el marco para que 120.000 personas participaran de la Santa Misa. La homilía del Santo Padre se refería a “La vocación y misión de los laicos en el mundo”. Habló de difundir el verdadero bien que es el amor y recordó la necesidad del laico en su compromiso apostólico. En la oportunidad recordó el encuentro ecuménico de Asis y solicitó que “sigáis siendo fieles a vuestra misión de apóstoles y testigos, participes en la única misión evangelizadora de la Iglesia”.

En Corrientes una lluvia torrencial no fue obstáculo para que 70.000 estoicos fieles reunidos en la Avenida Independencia, se mantuvieran a pie firme. Con los clásicos sapucay (1) portadores de festiva alegría, como marco, Juan Pablo II se refirió a la “Religiosidad popular y piedad mariana”. Puntualizó que “nuestra religiosidad popular tan rica y arraigada muestra que, en lo más hondo de vuestra conciencia, se asienta la firme convicción de que nuestra vida sólo tiene sentido si se orienta completamente hacia Dios”. Destacó, también, el valor del amor a al Virgen y dirigió sus ruegos a Nuestra Señora de Itatí.

En el Aeropuerto de Paraná, ante 300.000 personas el Papa se dirigió a “El mundo de los inmigrantes” Destaco el valor y el sacrificio de quienes, por diversos motivos, abandonan su tierra en busca de paz, pan y libertad, y encontraron en la Argentina una tierra de promoción, de brazos abiertos, como reza la Constitución, hacia todos los hombres de buena voluntad que quieran habitar vuestro suelo. Expresión que, para el caso, también valió para el Santo Padre. Pastor de buena voluntad en suelo patrio.

Manuel Abraides.


Fuente: Juan Pablo II entre nosotros - Libro de Oro de una visita Inolvidable - Edición Extraordinaria revista Esquiú. Abril 1987 páginas 18, 20, 22 y 24 .

Nota del Transcriptor:
(1) Sapucay es un tipico grito de alegria / felicidad propio de la Provincia Argentina de Corrientes. Una especie de ¡Hurra! o ¡Viva! ancestral.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hay un hombre en general rodriguez que siendo niño Juan Pablo ii lo tuvo en sus brazos en la primer visita a lujan

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