Dignos del Evangelio de Cristo (*)
(*) Mensaje a la comunidad polaca en Argentina estadio Luna Park 10 de abril de 1987.
El mensaje original fue dicho en polaco como se puede apreciar en la grabación. Lo que aquí se ofrece es la traducción publicada en la fuente citada. Para consultar el texto original en polaco ir aquí.
El mensaje original fue dicho en polaco como se puede apreciar en la grabación. Lo que aquí se ofrece es la traducción publicada en la fuente citada. Para consultar el texto original en polaco ir aquí.
1. Mis queridos compatriotas, que vivís en la tierra Argentina, les dirijo las palabras que el apóstol Pablo dirigió al amado municipio de los Filipenses: a la primera comunidad de creyentes en Cristo que ha sido fundada por el apóstol de las gentes en el continente europeo.
“Si hay una exhortación en Cristo”. Este modo condicional usado por san Pablo es intencionado, es una expresión en cierta medida paradójica. No supone una duda sin que expresa una seguridad, la más segura de todas las seguridades que el hombre puede poseer.
Cristo resucitado y glorioso -Aquel quien cumplió su cometido mesiánico y después de la Pasión y muerte en la cruz, muerte asumida por redimirnos, se sentó a la derecha del Padre en el cielo- se interpuso en su camino a Damasco y Saulo se convirtió en Pablo- el perseguidor se convierte en Apóstol.
Y los habitantes de la ciudad griega de Filipo, los primeros que aceptaron el testimonio de Europa de Pablo y creyeron en Cristo, entendieron bien las palabras de la carta y eran conscientes del vínculo personal con Cristo, que es al mismo tiempo la fuente de la unión interior entre los hombres.
Es así entonces como aquella exhortación de Pablo, es una verdadera consolación y estímulo es una fuerte afirmación del sentido de la vida humana, que aunque muere en la muerte de Cristo pero su resurrección se hace inmortal.
Sentimiento del vínculo nacional
2. Esta misma exhortación, esta misma consolación y estímulo los dirijo a vosotros amados hermanos y hermanas, a vosotros presentes en este encuentro “familiar”, y a través de vosotros la dirijo a todos los que están aquí presentes espiritualmente: a vuestras familias, amigos, parroquias y ambientes en los que vivís y trabajáis.
Consideremos cuál fue el motivo que decidió la realización de este encuentro en el marco de mi visita papal a América latina: en Chile y en Argentina, porque justamente en este concreto contexto dirijo a vosotros esta exhortación de san Pablo la cual es un verdadero consuelo. Este motivo es el sentido del vínculo nacional: nos une la misma Madre, el mismo pueblo y la misma patria, la misma sangre.
Por eso considero que es una gracia especial, un privilegio y una obligación cada encuentro con mis compatriotas, ya sea aquí, en las islas del Pacífico, en Europa, América o Asia.
Considero este encuentro de hoy con vosotros, como una gracia, un privilegio y una obligación y pido a Dios que este encuentro de frutos abundantes, que fortalezca vuestra unión con Cristo, con la Iglesia y con esos valores especiales que nacieron con tanto esfuerzo y que no dejan de fructificar en nuestra patria común.
3. Agradezco de todo corazón al Sr. Obispo. Szczepan y al rector de la Misión Católica Polaca en la Argentina y también al presidente de la Unión de los Polacos en la Argentina, quienes con tanto cariño y con tanta espontaneidad han expresado aquellos sentimientos que cultiváis en vuestros corazones, y que al mismo tiempo me introdujeron en vuestra vida, que como pastor de la Iglesia universal y al mismo tiempo vuestro compatriota, tengo presente en mis ardientes oraciones.
Hoy aprovecho esta oportunidad, este día, que nos “dio el Señor” y los saludos a todos vosotros que tenéis vuestras raíces junto al Vistula, donde en la más que milenaria historia de pueblo cristiano se encuentra la clave de vuestras –a veces incomprensibles para los demás- almas, de vuestra psique, de vuestra manera de pensar y de actuar.
Una segunda patria
4. Con mi pensamiento y mi corazón los abarco hoy a todos vosotros que en busca del pan y de la libertad habéis abandonado la casa paterna y aquí encontrareis una segunda patria.
Tanto aquellos primeros, que a fines de siglo pasado y principios de éste –se radicaron en la provincia de Misiones, como aquellos que después de la Primera Guerra mundial se radicaron en los alrededores de Buenos Aires, Hoy están aquí presentes sus descendientes y herederos de su patrimonio espiritual.
La siguiente ola de emigrantes, fueron los soldados que habían luchado en los campos de batalla en Occidente durante la Segunda Guerra Mundial y sus familiares arribaron a las costas de Argentina, y aquí muchas veces, sufriendo y añorando, tuvieron que echar nuevas raíces. A los difuntos que en paz descansen, a los vivos y a aquellos que continuamente van llegando, gracias y paz.
Tened todos las mismas metas, el mismo amor, espíritu comunitario y comportaos en forma digna del Evangelio de Cristo.
5. Cada creyente debe ver y vivir su vida a la luz de la fe. Y también a la luz de la fe hay que ver vuestra presencia aquí en la Argentina, y en general en América del Sud.
Llevados por un incomprensible y muy a menudo triste destino llegasteis a este extenso país, para levantar vuestras carpas en medio de esta noble nación cristiana, penetrar en ella y juntos afrontar al desafío de hacer la historia de este pueblo, y una vida cada vez más digna del hombre, para junto con el asumir la responsabilidad ante Dios y ante los hombres por la forma que irá tomando esa vida.
Dios ha permitido a vuestros padres y a vosotros edificar la casa y crear al hogar en otro lugar de nuestro planeta, porque suya es toda la tierra: “Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe de la tierra y cuantos la habitan” (Sal. 24/23,1).
Y El disemina a sus hijos por toda la tierra, para que puedan ser realizados los espléndidos planes concebidos en el Amor; para que la tierra se pueble de habitantes, para que el hombre, continuador de la obra creadora de Dios. También aquí en Argentina vosotros transmitís la vida y la fe, transmitís el amor y la sabiduría, aquello que sois, lo más hermoso y lo más valioso que poseéis.
Este vuestro ahora, este presente y naciente futuro surgen del pasado, tienen su historia. Historia de un país más que milenario, de un pueblo bautizado. Surge de un pasado común, un idioma común quizás a veces olvidado o no aprendido, de una cultura y sentimientos comunes.
No debemos avergonzarnos de este pasado. Frecuentemente fue muy difícil, lleno a veces de tragedias, seguidas de resurrecciones, porque, ante todo, fue grande el esfuerzo para ser fieles, para no defraudar a la Patria, al Pueblo de Dios, a la Iglesia, para no traicionar al hombre, no apartarse del Espíritu del Evangelio.
De todo esto fue naciendo y ahondándose el sentimiento de la dignidad del hombre, el amor a la verdad, a la justicia a la libertad entendidas cristianamente, de “nuestra y vuestra libertad”. Así fue creciendo el espíritu de tolerancia y solidaridad, que en esta década adquirió una forma tan cristiana y tan polaca, y se constituyó en un reto no solo para nuestra tierra, sino para todo el mundo.
6. Me dirijo a todos mis compatriotas, hermanos y hermanas en la tierra argentina y sobre todo a los jóvenes, con las palabras de nuestro poeta:
“Pero no pisoteéis los altares del pasado,
Aunque vuestros debáis elevar
mejores.
Sobre ellos aún arde el fuego
sagrado,
Y el amor humano los vigila,
Y vosotros les debéis honra”
(A. Asnyk)
Vuestros padres bien sabían, que es el fuego sagrado de los altares, y –según me contaban- antes de comenzar a edificar su propia casa, levantaban la santa Cruz de Cristo, porque la vida del hombre debe tener un cimiento.
El hombre, el pueblo, deben apoyarse sobre experiencias históricas y sacar de ellas sabiduría, fuerza y proyecto. Diez siglos de nuestro pasado religioso, nacional y estatal, diez siglos de cultura tan humanística porque cristiana, es una propiedad común y herencia, dote y riqueza a los que siempre debemos recurrir.
7. Por el bautismo hemos sido injertados en la comunidad sobrenatural de la Iglesia. Somos hijos de Dios, hermanos de Cristo y hermanos entre nosotros. A través de nosotros, bautizados, la Iglesia está presente en el mundo, a través de vosotros bautizados, la Iglesia está presente en la Argentina contemporánea, redime al hombre, lo lleva a Dios, lo ennoblece, transforma su corazón.
El pueblo cristiano debe construir su vida cristianamente. El espíritu del Evangelio debe penetrar en la vida personal, en la vida de hogar, en le vida social, en todas las circunstancias, de manera tal que no haya personas atormentadas, humilladas espiritual o materialmente, que sufran miseria, injusticia y perjuicio.
Ninguna de las dimensiones de la vida social puede desarrollarse en detrimento de la persona humana. La Iglesia cultiva en el hombre la vida divina, lo abre y sensibiliza al bien común, que es simplemente el bien del hombre, el bien de la familia humana. Y de esta manera nos llega a Dios, a través de la Iglesia la verdadera liberación.
“¡Si hay una exhortación en Cristo!”
“Portaos de manera digna del Evangelio de Cristo”.
Conservad la conciencia de la responsabilidad individual y social de la obra del bautismo.
Permaneced en el camino de la unión sobrenatural con la Santísima trinidad a través de María, Madre de Dios y Madre nuestra.
En vuestras familias –cristianas y santificadas por el sacramento- en primer lugar esté el amor y la vida.
Conservad vivo el vínculo con la nación y con la Iglesia: vinculo de la fe, de la cultura y del idioma patrio.
Recibid estas mis palabras. Recibid esta exhortación y consolación del Papa, vuestro compatriota. Recibid su saludo y su bendición. Tomadlos para vosotros y para aquellos a los que amáis.
Llevadlos a vuestros hogares, parroquias, familias, a vuestros hijos e hijas, maridos y esposas, vecinos, sacerdotes, a los lugares de trabajo, ambientes, organizaciones y asociaciones.
A todos los entrego el materno amparo de la virgen de Czestochowa, Reina de Polonia.
Saludo a los croatas durante el encuentro con la comunidad polaca.
(Pronunciado en lengua croata; traducción oficial).
Saludo a los croatas aquí presentes, así como a todos los croatas de América Latina. Trasmitid la fe y la cultura que habéis traído de Croacia a vuestros descendientes de modo que sean útiles al pueblo en medio del cual vivís ahora.
Alabado sean Jesús y María.
Fuente: Juan Pablo II entre nosotros - Libro de Oro de una visita Inolvidable - Edición Extraordinaria revista Esquiú. Abril 1987 páginas 171 y 172.
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